Cajamarca une al Perú por el agua
El agua constituye un recurso natural
estratégico del mundo actual. Una de las razones de la invasión norteamericana a
Libia, además del petróleo y su ubicación estratégica, es la riqueza del líquido
elemento. Hoy que asistimos al calentamiento global, alimentado por la voracidad
y el consumismo del decrépito sistema capitalista, el agua es y será motivo de
constantes enfrentamientos y pugnas entre los pueblos que luchan por defender
sus recursos naturales, darles un uso y explotación racional poniéndolos al
servicio del desarrollo y progreso de las grandes mayorías, contra los grupos de
poder nacional y transnacional que sólo buscan aumentar su riqueza, sin
importarle para nada la destrucción del medio ambiente, del ecosistema y la
vida.
La lucha y resistencia de los campesinos de
Cajamarca y sus autoridades regionales y locales, se enmarca en la defensa de
nuestro recurso hídrico, por el derecho a una mejor vida para sus habitantes, y
el desarrollo de sus pueblos. Es por ello que su lucha está estrechamente ligada
al Proyecto Conga, que pretende ser impuesto por el actual Gobierno. Han pasado
muchas décadas desde que las transnacionales mineras explotan el suelo
cajamarquino, sin ningún cambio o mejora importante en los indicadores
socio-económicos de estos pueblos; los únicos que han salido beneficiados son
los magnates de la gran minería. YANACOCHA, propiedad de la transnacional
norteamericana Newmont Mining Corporation y de sus socio menor Roque Benavides,
ex ministro del Apra, es un vivo ejemplo de sobre explotación y depredación de
nuestros recursos naturales, que hasta el año 2004 ya había capitalizado en la
extracción de oro US$ 11,935´800,000. A esta fabulosa ganancia, quieren ahora
agregar el actual Proyecto Conga, que se estima en 11 millones 800 mil onzas de
oro y 3.1 billones de libras de cobre, destruyendo para ello las cabeceras de
cuenca y contaminando las aguas de numerosos pueblos de Cajamarca, que se ha
puesto decididamente de pie en defensa de su derecho a la vida, a habitar en un
medio ambiente saludable, libre de contaminación .
La marcha por el agua, es el termómetro para
medir la capacidad de resistencia de este movimiento regional, que cuenta con el
apoyo y simpatía de los pueblos postergados del Perú. El Gobierno actual,
rodeado de neoliberales contumaces, medirá sus fuerzas con el verdadero
nacionalismo, que empieza por defender nuestros recursos y nuestra soberanìa
.
Por Raul Wiener
Ayer debe haber sido un día de sentimientos
encontrados para el presidente Ollanta Humala. En la mañana despertar con la
noticia de que DATUM ya le da 58% de aprobación, apenas dos puntos del simbólico
60%, y con posibilidades de que hacia el fin de semana CPI y APOYO lo lleven más
arriba, y en la tarde encontrarse con una marcha multitudinaria con
representantes de las provincias movilizadas sobre la capital, y del pueblo de
Lima solidario con la lucha cajamarquina contra el proyecto Conga.
Seguramente Favre, Valdés y Castilla, deben
haberle insistido en qué no hay razón para alarmarse ya que 8 mil o 10 mil
manifestantes son poca cosa en una ciudad de 7 millones y en un país de casi 30
millones. Pero conociendo a Ollanta estoy seguro que este debe haber sido uno de
los momentos más amargos de su gobierno. La razón es simple: esta ha sido la
primera vez que se arma en términos prácticos el frente del 30% que le hizo
pasar a la segunda vuelta y que quedó de lado en sus decisiones posteriores.
La Marcha del Agua que algunos despistados
habían ninguneado antes de tiempo afirmando que una movilización de mil personas
desde el norte era un fracaso de los organizadores (como si fuera fácil juntar
gente para recorrer la costa en una semana), se convirtió en un gigantesco
abrazo de Lima con los pueblos del interior. Una victoria política de los que
hasta hace unos días se daban por los derrotados. Y si hay alguien que debe
haber entendido el significado de lo que ha pasado es el presidente Humala.
Los marchantes de esta semana hicieron un
recorrido pacífico ciudad por ciudad sembrando la idea de que no debemos
dejarnos avasallar por el poder de las trasnacionales. Si uno ve lo que
significó cada uno de esos encuentros y los que ocurrieron en el sur del Perú
antes de la partida de sus delegaciones concluirá en que ciertamente ha habido
un país movilizado contra los excesos de la minería exigiendo un cambio de
política ahora, que implique a los proyectos que ya dejaron firmados los
anteriores gobiernos.
A partir de aquí estamos en un nuevo escenario
para el desarrollo de los conflictos socioambientales que ya no son ocurrencias
distantes y esporádicas sino un sentimiento de una nación que no quiere
convertirse en un campamento minero. Después de la escalada de avisos que
quieren convencernos que Yanacocha y sus congéneres nos pagan tantos impuestos
que alcanzan para pagar la educación, o la salud, o las carreteras o la
represión, según uno escoja, la marcha representa, aún sin proponérselos, una
respuesta de dignidad: preferimos el agua limpia y vivir de nuestro trabajo,
antes de ver desaparecer las lagunas, los cerros y los bosques a ritmo del tajo
abierto.
Ollanta ya lo sabe: le podrán contar que la
marcha es pro senderista porque cogieron una bandera roja que era de Patria
Roja; o que hay un complot de la izquierda; o que vamos a Conga y después todo
se calma; pero lo que no va a poder sacarse de encima es que esos que estaban
ayer en las calles lo llevaron al primer plano de la política y esos que tratan
de tranquilizarlo para que no hayan nuevos virajes son los que conspiraron cinco
años para cerrarle el paso. Tal vez sus nuevos aliados lo ayuden a gobernar con
el timón a la derecha. Pero los otros son los que han marcado la política
nacional en el último período.
(FUENTE: anacahua2002@yahoo.es - Andrés Caballero).